Hasta luego querido Mozart, Amigo...



Hoy me he levantado como todos los días festivos, temprano, pero con una sensación muy diferente. Después de 13 años y medio, anoche fue la primera vez que me acosté sin dar uno de esos paseos que me indican que el día ha terminado; esta mañana, después de 13 años y medio, no he despertado al día paseando por estas calles getafenses junto a él: Mozart.



Y es que Mozart se ha ido. Mozart se ha ido casi por sorpresa, para siempre, dejándonos un enorme vacío, como si a la casa le faltara algo. Y le falta. Nos ha faltado ya esta mañana escuchar su respiración bajo la puerta, esperando que bajara para dar su paseo -y el mío-, su alegría al sentirnos a todos levantados comenzando un nuevo día y enseñándonos que lo importante de la vida es eso, despertar, que las tensiones o enfados de ayer ya no importan.

Esta mañana, cuando he despertado, creí escuharle otra vez, tal vez la última. Creí oír el ruido de sus pisadas en la madera, su respiración ya de mayor, su movimiento de gentledog inglés, su rabo moviéndose como una batuta que dirige una orquesta desenfadada...

Nos falta.

El lunes notamos cómo se apagaba de repente, cómo dejaba de ser él, cómo perdía la batalla de la vida, esa por la que de seguro, sin nosotros saberlo, llevaba luchando ya algún tiempo. Un mal presentimiento nos corrió por el cuerpo, un presagio de lo que ayer tristemente ocurriría. Sentimos cómo se iba, cómo abandonaba la vida buscando la paz del más allá y llevándose algo que no todos los animales consiguen, pero que él lo ha ganado a pulso: un trocito del corazón de cada uno de nosotros tres y de cada uno de los que le han conocido.



Escribir esto me está costando un 'huevo', pero creo que él lo merece.

No sé, seguro ahora ya estará paseando su cuerpo, cubierto de nubes blancas, por esos cielos -si existen, allá estará-, acompañado por esos ángeles suyos que de seguro le mimarán todavía más de lo que hemos hecho nosotros.



Le hemos querido como uno más, formaba parte de nuestra pequeña familia, de ese núcleo familiar que iniciamos poco antes de que él naciera. Todavía recuerdo como Alex, no hace tanto tiempo, decía que la familia la formábamos N, Mozart, él y yo. Ayer tarde, cuando Alex entró en casa, preguntó por él presintiendo que algo le había ocurrido a su perro, a su Mozart. A partir de ese momento ningún dolor se puede comparar al ver roto el corazón de tu hijo pequeño que no entiende cómo una pastilla, una medicina, no podía curar al viejo Mozart: "es la primera persona de mi vida que se muere" fueron sus palabras.



Cuántos días, cuántas horas, cuantos momentos juntos. Cuanta compañía, cuanta fidelidad. Momentos de alegrías, momentos de frío, de calor, de tristezas. Momentos de silencios y conversaciones opuestas. Día tras día desde aquél 7 de enero de 1997 que le rescatamos de aquella tienda de animales. Había nacido mes y medio antes. Como una bola blanca, sonriente, simpático, pletórico. Un west higland white terrier inglés, con su pedigrí. Sinceramente nos daba igual eso del pedigrí, nos habíamos encaprichado y ya está. Prácticamente no sabía andar cuando llegó a casa y desde entonces no se ha separado de nosotros... Bajo el sol, bajo la lluvia o la nieve; bajo la luna. Junto al mar o en el monte; por esos caminos polvorientos que da la Mancha. Siempre al lado o tirando de su correa; educado y obediente, resignado, complaciente y confidente. Aguantando esos momentos míos de mal humor, de enfados y reprimendas; escoltado y guardando el tipo, resignado, en esos otros en los que debíamos salir en compañía por la amenaza de esos otros tipos de 'perros'. Aguardaba cada noche, pegado a la puerta, esperando que entrara el último en la casa para cuidarnos como un guardian y amo, para ladrar al mínimo ruído.



O esos otros días, que también los hubo, en los que ha sido él quién me ha sacado a mi a pasear. Llegaba a casa algo afectado por alguna cena, cansado y harto de aguantar, con algún gin de más y él me recibía con sus saltos y tiraba de mi hacia la calle, agarrando con los dientes su correa, tratando de buscar ese momento suyo del día, ese momento de complicidad.

Día tras día, noche tras noche, olvido tras olvido, has envejecido y con la misma nobleza con la que llegaste te has ido, amigo. Nunca sabré que pensabas cuando nos mirabas, cuando notábamos que te enfadabas y ladrabas hacia dentro, para no molestar. ¿Qué has pensado en todos estos años?



Has sido el guardían de muchos de mis silencios, acogido mis suspiros, escuchado mis penas y sacudido más de una lágrima. Con tu mirada bastaba para decirme algo, lo que fuera, ¿quién sabe qué? ¿Cómo a veces, de verdad, me hubiera gustado entenderte más?

Su marcha ha dejado una enorme tristeza en esta casa a la que llegamos los tres. Creo que fue a principios del año 99 cuando nos trasladamos aquí. Nos costó habituarnos. A unos más que a otros, pero por esa puerta que tengo al lado, mientras escribo estas líneas, entramos los tres y parecía que se nos caían encima las paredes.

Luego vio llegar a Alex, dos años más tarde. Le olió aquí mismo, en esta terraza. Desde ese momento ya no se separó de él. Se tumbaba bajo su cuna como cuidándole, nos avisaba cuando notaba que se movía o lloraba. Alex ha crecido junto a él y ha aprendido a amar los animales con él. Y luego otros han ido llegando, sobrinos y amigos, y le han ido mimando y querido como el que más, convirtiéndose en mascota y compañero de juegos. Le echará de menos Olguita y él, de seguro, la echará de menos a ella. Jorge, Sofía, Aldara... todos los que han jugado y disfrutado de él. Y es que cuanto más mayor más le gustaba estar con los pequeños. Se dejaba hacer sin rechistar, sabía que en un niño sólo puede haber bondad, que la maldad está, desgraciadamente, en algunos de esos mayores que andan por ahí sueltos.



No sé si habrá sido completamente feliz, me duele no haber sabido. Lo que si sé es que se ha llevado el cariño de todos los que le han conocido.

Me siento abatido. Me siento como no pensaba sentiría. Trato de no dejar que Alex lo note y estas líneas, aquí escondidas, escritas desde este rincón en el que siempre me acompañaba, a mis pies, tumbado, se convierten en homenaje y desahogo. Parece mentira, quién me lo iba a decir. Con esta fachada y pinta de seta insensible que tengo, con esta imagen de 'chico duro' que parece ajeno a las emociones de la vida. Ya ves, aquí me veo, reflejado en la pantalla de este portatil, con ese nudo en el estómago que no me deja tragar. Ayer corrí sin correr, buscando la soledad, pero las lágrimas no me dejaban ver.

Y es que van quedando en el camino de una vida etapas y con ellas eso, vida.

Tendremos que aprender a vivir sin él, porque eran muchas las costumbres ya añadidas y que formaban parte de nuestras vidas.


Mozart ha sido mucho más que un perro, ha sido un compañero, un amigo en el camino, ese camino que es nuestra vida y que cuanto más andas más vas dejando aunque también más vas echando en la mochila, esa mochila que sólo carga las cosas importantes y que por eso de momento, todavía, pesa poco.

La otra noche se escondía, no quería que le viéramos, se ponía mirando a la pared como buscando el alivio en ese más alla, tratando de huir de todas las miradas nuestras, se estaba entregando a su muerte. Esa maldita muerte que nos acecha y nos busca a todos...

Me ha enseñado más que muchos, más que muchas de esas personas que he conocido a lo largo de mi camino y que me han demostrado ser más animales que hombres.

Mozart era listo, humilde, honrado, justo, fiel, leal y noble. No tenía maldad, ninguna maldad. Era un perro bueno, muy bueno. Jamás nos hizo ninguna trastada. Bueno, recuerdo aquella vez cuando era pequeño, viviendo en nuestra primera casa. Jaja. Un día nos dejamos en el suelo de la cocina una garrafa de aceite de 5 litros abierta, sin el tapón, completamente llena. Cuando abrí la puerta de la calle, al llegar por la tarde, contemplé toda la cocina cubierta de ese líquido viscoso y resbaladizo y en el centro, una bola blanca bañada en grasa, empapado y chupando absolutamente todo con la consiguiente descomposición. Tardamos días en limpiarlo todo y Mozart tuvo que estar en remojo (su peor pesadilla) toda la tarde. Fue la única vez que se llevó una buena bronca por una 'perrería' indirecta. El despiste fue nuestro.

No sé, es posible que muchos de los que lean estas palabras ni entiendan, ni sientan, ni comprendan algo así. Son pequeños recuerdos, sentimientos. Yo, antes de tener a Mozart, tampoco comprendía el cariño del que hablaban algunos que se podía llegar a coger a un animal de compañía. Pués cierto, se le llega a querer mucho y se convierte en eso: un Amigo.

Cada amigo que enterramos es como si enterrásemos algo de nosotros con él. Se entierran muchos momentos de felicidad que vivirán para siempre en el recuerdo. Sólo quién tiene o ha tenido amigos así, sabrá a lo que me refiero.

Mozart se despidió ayer humilde, en silencio, con honor, valiente, sin un sólo ahullido por ese dolor que durante unas horas le ha atrapado. Sin excusas, llegó su hora y con la compañía de quién ha sido su dueña, su amiga, ha marchado en paz. Y allá, esté dónde esté, seguro será un poco más feliz porque lo merece, lo ha merecido siempre. Bajo el brazo de su Dios que de seguro, como dice el primo Clemente, será el nuestro, descansará en Paz.



Hasta luego querido Mozart, hasta siempre Amigo. Seguro nos volveremos a ver...





Comentarios

  1. Lo siento José Luis. Nunca he tenido un perro porque, como bien dice tu hijo, es una "persona" más dentro de la familia y, a día de hoy, no tendría tiempo para cuidarlo como es debido.

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  2. Siento la pérdida de tu perro y el vacío que os ha dejado. Un perro es un amigo o más que un amigo.

    Bonito homenaje le has rendido con tu entrada. Seguro que Mozart ha sido muy feliz con vosotros.

    Saludos

    El ciclo de la vida

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  3. Soy veterinario y vivo estas situaciones desgraciadamente muy a menudo, así que comprendo tu dolor al 100 x 100, esta entrada es un sencillo pero muy sentido homenaje a Mozart. Recuerdo el epitafio que escribió Lord Byron para su perro:
    " Aquí reposan los restos de un ser que poseyó la belleza sin la vanidad, la fuerza sin la insolencia, el valor sin la ferocidad y todas las virtudes de un hombre sin sus vicios."

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  4. Lo siento. Ánimo y un abrazo a todos, que estas cosas los niños las sienten mucho.

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  5. Pues sí, no lo he podido evitar, y aquí estoy, delante de la pantalla con las lágrimas cayyendo por mi cara y recordando al pequeño Mozart. Todavía me acuerdo cuando vino por primera vez a casa (creo q tengo alguna fotillo incluso con ese ovillo de lana blanca); era un lindo cachorro blanquito, inocente y juguetón. Y también cuando en el pueblo se metió debajo del coche y salió más negro que el carbón, jeje (esto no sé si lo sabías); le tocó después uno de esos profundos baños que tan poco le gustaban.
    Entiendo como estáis, pero ánimo, que Mozart, esté donde esté seguro que está orgulloso de haber tenido una familia así de especial.
    Un besazo (y otro para Mozart, por supuesto)
    Tu hermanilla

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  6. Una entrada llena de dolor y sentimiento. Todo mi ánimo a tí y a los tuyos, en especial a los más pequeños de la casa.

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  7. Tambien he perdido una parte de mi.
    Llegó a formar parte de mi, era uno mas de la familia y siempre le llevare en el corazon.
    Descansa empaz Mozitar.
    Tu tio Andrés.

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  8. Y a todos gracias... y a todos, esté dónde esté, no dejará de sonreirnos... como siempre!

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  9. Lo siento muchísimo, a mi también me pasó hace unos años y es duro. Me ha emocionado la entrada de hoy. Un abrazo.

    MIGUEL (Mucho camino por andar)

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  10. Sé que llego un poco tarde, pero de todas maneras lo lamento. Muy conmovedora la entrada.

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  11. Lo siento mucho amigo, un beso muy fuerte a ti y a los tuyos, en especial a Alex.

    No puedes evitar que el pájaro de la tristeza vuele sobre tu cabeza, pero sí puedes evitar que anide en tu cabellera.

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  12. No encontraba el momento de expresar lo mucho que siento lo que ha pasado. Sólo se me ocurrió mirar a Luna y decirle que el primo Mozart se había ido al cielo.
    Os quiero.Un beso

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