08.07.2015... No es tiempo de poetas... ¿o sí?.

Creo que el calor nos está tomando el pulso a todos. Mira que soy amante del sol y las temperaturas altas. Pero opino que esto está haciendo transpirar en exceso los cuerpos, los cerebros, el instinto. Y todo se va uniendo, porque uno llega a sudar también sus manías y delirios.

Estoy llegando  a esos momentos en los que cansa en la vida todo. Es posible que sea la edad, los excesos, la estupidez acumulada, la gilipollez que rodea o, simplemente, ese momento que acumula una burbuja de espuma mal avenida. 




Son esos momentos en los que uno no sabe si seguir o romper, si explotar y novelar su historia o, tal vez, desaparecer del entorno y llegar a morir en la felicidad de la dicha y junto aquello importante que has ido dejando abandonado por nada. 

Son eso momentos que escuecen, que te arreglan y desarreglan según el instante. 

A veces parece que todo nos viene bien, que aguantamos con todo el peso a la espalda pero, tras unos cuantos kilómetros caminado, nos damos cuenta de la realidad: que o vamos soltando peso de la mochila o nos quedamos a mitad del camino.

Me he dado cuenta, nunca es tarde, que los poetas somos unos imbéciles de la vida, que los idealistas sólo valen para anuncios de IKEA y que el humanismo pasó a la historia de esos que viven de la indigencia intelectual.

La vida es otra cosa, Moreno. 

La vida, parece que es ser el mayor hijo de puta para triunfar, el envidiar constantemente, el sólo pensar en uno mismo, el navajear al amigo que se preste a serlo. Parece ser que ese el el triunfo en la vida o la característica habitual del que triunfa en ciertos ámbitos de la vida.

No tenemos cabida los poetas. 

Los poetas terminan escribiendo versos en el metro. Como yo, que terminó la tarde y el día escribiendo estas líneas en el vagón de la C4 que me lleva a casa, rodeado de otros poetas, de verdaderos poetas de la vida, que cada día suben y bajan sudando la gota para intentar llevar alguna miga a sus casas. 

Y ¿quién es el privilegiado? Sin duda todos ellos que sonríen a la vida porque consiguen hacer de la vida un poema lleno de versos libres. Porque tal vez no han tenido el privilegio del exceso material pero sí del poético y espiritual que te da la vida plena. 

Y ese es el verdadero valor. 

¿A quién prefieres? A ese que calla porque está sin valorar o ese que habla porque nadie le puede hacer callar. Yo lo tengo claro.

Los versos libres, ajenos al liberalismo boquilla, perduran y tal vez cuando mueren, viven. 

Eso es poesía porque es vida.

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