12.01.2016... Me duele España.

Ayer comenzó la primera semana larga del año. Digo larga, porque hasta ahora, desde el día 1, la sensación ha sido más festiva, vacacional, que laboral. Entre el turrón y la pandereta, entre Zidane y el pequeño Nicolás, ahora Fran, ajenos todos a la tormenta.


El lunes fue frío, lluvioso y desapacible, llegaban noticias tan oscuras como se encontraba el cielo. Ahora, en este momento, que miro desde el ventanal de la oficina el azul celeste que nos acompaña el martes, me doy cuenta de que todo pasa menos lo que sabemos: David Bowie fallecía ayer víctima de un cáncer a los 69 años.



Trato de esforzarme en no hacer comentarios políticos estos días. Pero todo esfuerzo tiene su límite ya que el panorama que todos contemplamos, atónitos, al menos los ciudadanos medianamente sensatos y racionales, es cuando menos, desalentador: gobierno de Catalán proclamando la pre-Independencia, gobierno español en funciones y con visos de inestabilidad y, para más, la Casa Real española -parte- sentada en el banquillo de los acusados.

Es verdad que a un gran número de españoles, a un importante número de ciudadanos españoles, todo esto se la refanfinfla. "¿Qué mas da? Esto no va conmigo", se dicen. A otro gran número, posiblemente menor, o no, de esos que viven del esfuerzo y sacrificio de su trabajo, de esos que arriesgan cada día sus dineros, de esos que pagan impuestos para mantener el bienestar de todos, de esos que el día se les queda corto y no protestan, de esos que no viven de la subvención, de esos que estrujan su cerebro con ideas y proyectos, sí les importa, y mucho, el futuro de España.

Del futuro de España dependemos todos. Los que aportamos y los que no aportan y se lo gastan. Los que se levantan ilusionados por trabajar y conseguir un país y un mundo mejor, y los que están todo el día quejándose por todo.

España ha sido un país fuerte, un país que ha resistido envites de todo tipo; no estamos para experimentos con gaseosa ni para bromas.

Me preocupa España porque me preocupa el futuro de mi hijo, de nuestros hijos. Parece que muchos viven ajenos a lo que está ocurriendo sin importarles absolutamente nada, ni el presente ni mucho menos el futuro. 

Un país débil es un país empobrecido; una sociedad endeble es una sociedad sin futuro.

"Me duele España" decía nuestro querido y gran Unamuno, "¡soy español, español de nacimiento, de educación, de cuerpo, de espíritu, de lengua y hasta de profesión y oficio; español sobre todo y ante todo". Qué hermosas palabras de este bilbaíno, que fue militante del PSOE y defensor de las ideas socialistas. 

Cómo hecho de menos, ahora, que intelectuales, empresarios y políticos,  por encima de sus intereses personales, defiendan en un momento crítico como el que vivimos, la estabilidad y la fortaleza de su país frente aquellos que quieren denostarlo.

Hago mía esa afirmación de Unamuno: me duele España.

Estamos ante una oportunidad, nuevamente histórica. Con un gobierno estable, con un país unido y fuerte, se puede abrir un período de reformas de nuestra Constitución, acordes con el siglo que vivimos y fruto de la consolidación y progreso de nuestra nación. Pero para ello nuestros políticos deben demostrar grandeza y mirar hacia delante, no hacia su ombligo.

Me parece que lo que está ocurriendo es más importante de lo que algunos creen. Los que hemos tenido la oportunidad de vivir, desde pequeños, la Transición española, de tener el privilegio de ver el progreso de España como nación, unida y fuerte, hasta conseguir unos pilares capaces de soportar envites como la brutal crisis que hemos vivido hace poco, y de la que estábamos iniciando una remontada, sabemos que todo lo que se tarda en construir mucho tiempo, en un pispás puede terminar destruido.

«Todo está abolido, abierto, trastornado, la ciudad pertenece a los más pícaros y desvergonzados». Tucídides
En todo esto ¿quién pierde?: nuestro hijos, las generaciones venideras. ¿Y quién gana? Los populistas, vividores y subvencionados ajenos al esfuerzo y al sacrificio, ese mismo esfuerzo y sacrificio que nuestros abuelos y padres asumieron como valor, virtud y prioridad para convertir España en lo que hoy es.

Me duele España.

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