24.01.2016... Amanecer.

El final de los domingos, a veces, termina por ser amodorrado. Si además sientes que el fin de semana se te ha ido y te ha sabido a poco, entonces además de amodorrado se convierte en nostálgico. Necesitas más.

Ha sido una semana ágil, dispersa, poética pero poco deportiva. El Hatha Yoga comienza a engancharme aunque el tiempo dirá si consigue producir en mi esos cambios que pretendo: equilibrio interior, limpieza mental, disciplina y salud.

Ayer y hoy bajé al campo, a mi campo. Un viaje de necesidad saludable: oler, respirar, sentir limpieza mental y pulmonar. Un viaje rápido del que no he disfrutado como deseaba. Creo que los cambios de temperatura o algo que no me sentó muy bien han conseguido dejarme todo el fin de semana  revuelto e incómodo, tanto que no me apeteció perderme por esos caminos, ni dedicar mucho tiempo a la lectura. Pero aún así, sinceramente, ha sido fantástico desconectar por unas horas de este delirante y estresante Madrid.



Esta mañana, por ejemplo, he despertado en silencio sin ni siquiera concentrarme en lo que estaba soñando. Sé que soñaba, pero parece que preferí apagar el canal y levantarme. Sabía que la luz todavía no alumbraba el día. No he podido ni querido evitarlo. Me he subido a mi rincón y, desde el escritorio, entre libros, cuadernos y lápices, he contemplado el pausado amanecer manchego, rojizo, azulado, sobre esos campos de Minaya. Han sido unos minutos perfectos. Escuchar los pájaros darse los buenos días, sintiendo sorprendidos mi mirada desde la ventana. Y es así como uno se encuentra de vez en cuando con la sencillez poética de la nada. Porque realmente no me ha costado nada sentir estos minutos de felicidad, en un silencio majestuoso en el que tan solo la gratitud del despertar nos convierte en seres diferentes. Minutos así te revuelven y te alejan de todo ese mundo material en el que andamos envueltos diariamente.

Cuando ha terminado de salir el sol, cuando la luz ha vencido la noche por completo, es cuando he pensado si realmente despertaba de un sueño o seguía dormido. Allí estaba yo, en un día como hoy, buscando ese ahora y sintiendo cada instante como hipnotizado.

Debo estos días, en una de esas múltiples actividades mías, escribir unos versos, un poema, en el que incorpore un sueño. Reflexionando sobre esto me he dado cuenta que muchos de mis versos son ilusiones o sueños, pero todavía, a esta edad mía, no he soñado en verso. Parece que ese 'yo' poeta es mucho más real que otros de mis 'yo'. Tal vez debería aprovechar esa realidad. 

Creo que no ando muy cabal en este final de domingo, lo mejor es terminar con unas palabras de Luigi Malerba que dice algo así como que
"Todos los sueños son siempre un poco misteriosos y en esto consiste su belleza; pero algunos son muy misteriosos, es decir, uno no entiende nada; son como acertijos. No obstante, mientras los acertijos tienen soluciones, los sueños no la tienen. Puedes darles cien significados diferentes, y uno es tan bueno como otro”.

Atrevámonos a vivir, porque en el vivir, también, está el soñar. Feliz noche.

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