19.04.2016... Todo se arregla caminando.

Estos días de lluvia, en los que reniego al paraguas, creo que me empapan en demasía el cerebro y me da por cabrearme con el mundo.

He dejado de escuchar las noticias en la radio cuando me dirijo a la oficina, a primera hora de la mañana. Prefiero la música. Me aburre tanto el momento político que vivimos, que no me extraña que aquellos ajenos a todo esto, la inmensa mayoría de ciudadanos, sientan un hartazgo y rechazo desmesurado por la política y sus protagonistas.

Jamás pensé que yo sentiría algo así. No sé cómo ni por qué hemos dejado que esto suceda. No quiero culpar ni a unos ni a otros, es culpa de todos, cada uno en su grado de responsabilidad. Aquellos que deberían callar no se callan y los que debieran hablar parece se han quedado mudos.

¿Quién vio la entrevista que el presentador/periodista Jordi Evole realizó al espeluznante personaje Otegui, recién salido de la cárcel, el pasado domingo?

Yo decidí verla ayer. Repugnante. Es como aquellos que se envalentonan en criticar o lanzar soflamas contra el cristianismo, pero no se atreven contra la religión musulmana.

Fue algo así como aquél valiente que en grupo se hace el chulo metiéndose contra el más débil,  pero nunca lo hace en solitario ni con él ni con el macarra de la clase. 

Hace poco vi, también, la entrevista que le hizo al Presidente del Gobierno Mariano Rajoy, como otras a otros dirigentes políticos. En esa entrevista, que me pareció de una falta de ética profesional absoluta, este señorito Evole, se envalentonó. Hacía preguntas que realmente ya habían dejado de ser noticia y, desde mi humilde punto de vista, buscaba los titulares que no tuvo. Parece que con Otegui, en cambio, la valentía desapareció; más parecía una entrevista de colegas, con la diferencia de que quién tenía delante representa la peor esencia de lo humano: ser representante de asesinos.

Me ha parecido un insulto a España, a la democracia y a todas las víctimas del terrorismo. Pero está claro, lo que vende vende y vivimos en el país que vivimos.



Y es eso lo que pienso en días como el de hoy, lluviosos, que no sé en que mundo vivimos. Realmente, cuando me paro a analizarlo, no tengo claro si esto es real o no. Me escandaliza el poco valor que damos a lo esencialmente positivo y los aplausos que genera lo negativo.

La verdad, no sé si me aburre solo la política, o me aburro yo, o me aburre todo lo que me rodea.

Cada uno de nosotros somos responsables del caos existente a nuestro alrededor, en nuestra sociedad y país. Como decía Krishnamurti

"cada uno en sí es a la vez la sociedad y el individuo, es tanto la violencia como la paz, es esta extraña mezcla de placer, odio y miedo, agresividad, dominación, amabilidad y ternura."

Y es que somos responsables de nosotros mismos. Somos responsables de lo que hacemos, de lo que votamos, de lo que pensamos y de cómo actuamos.

Criticar, quejarse de lo que uno es responsable es tan absurdo como ponerte en bañador en una hamaca esperando que salga el sol en un día de lluvia (ocurrencia realmente estúpida la mía).

Antes de llegar a casa he parado en una librería y he adquirido uno de esos libros que sé, por el autor, es una maravilla: 'Todo se arregla caminando' de César Antonio Molina. El título dice mucho de lo que también pienso. Como no llovía, he vuelto caminando y, sinceramente, mis pensamientos han sido muy diferentes de los del inicio del día exceptuando uno: sigo sin entender lo político.

Termino con una de esas primeras frases que he leído del libro:
"La vida pública tiene un vértigo embriagador y en esa borrachera uno se siente feliz, seguro y libre de peligros, aunque sea una sensación irreal."

Tal vez sea esa la esencia, el elixir para muchos. Para mi dejó de serlo hace tiempo. La vida pública te consume, te alcoholiza de irrealidades. Cuando sales, por uno u otro motivos, comienzas a sentir la esencia, el perfume, de lo real. Comienzas a tocar la vida, esa vida que parece algunos no perciben y, por ello, viven ajenos al mundo que, al fin y al cabo, es el que pone o quita, mueve esas fichas con una estrategia que en ocasiones nos hace preguntar el por qué.

Feliz noche amigos.

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