09.06.2016... Lo fácil y lo difícil del equilibrio.

Llegué esta semana al miércoles con ansia de levantar, de hacer, de buscar momentos y encontrarlos.

Salir dar ese paseo por el Retiro mientras la música entre mil olores naturales me acompaña acompasando cada pensamiento que no deja de ser un proyecto o una reflexión que compartir.

Hoy he vuelto a viajar. Reconozco se me va haciendo algo pesado esto de los viajes dejando tanto por hacer. Pero al menos, el cocho, me permite divagar e ir ordenando pensamientos. 

En días así te das cuenta de lo fácil que es vivir en equilibrio y lo fácil también el no hacerlo.

Tengo la sensación de que a veces recorremos el mundo, nuestro mundo, en una búsqueda incesante y constante de problemas. Si pasamos un tiempo sin ellos parece que los deseamos, parece que queremos ponernos a prueba constantemente. Nos dejamos llevar por una inercia insensata, repleta de fantasías e imaginaciones que nos van desequilibrando y desordenando sin piedad hasta hacernos desfallecer.

Y es que es tan difícil, por ejemplo, encontrar unos minutos para estar tranquilos, serenos, pensando en nada, meditando. Unos minutos al día sería suficiente. Lo vivo en mi experiencia en días como el de hoy, y lo olvido y sufro, también en mi experiencia, en días como el de antes de ayer o, seguro, el de mañana.




Aldous Huxley nos decía que "Solo hay un rincón en el universo que sabes que puedes mejorar, y ese eres tú".

¿Qué hacemos para mejorar nuestras vidas? ¿Qué hacemos para mejorarnos?

Sólo pensamos en ello cuando nos vienen los males. Cuando alguien vestido de blanco te dice que o paras o te da un infarto; o te cuídas o no llegas a la meta. O en esos momentos en los que alguien cercano se marcha para siempre y lamentamos el poco tiempo que nos dedicamos a nosotros y a lo importante.

Curiosamente, en lo que llevo de semana, y no me ocurría desde hace muchos años, he perdido de los bolsillos dos cosas importantes en días diferentes: el lunes y ayer. En ambos casos volví sobre mis pasos, como un imbécil, por si encontraba a sabiendas de que sería algo imposible, entre otras cosas porque en el último caso ha sido dinero. Siempre piensa uno que nadie tiene por qué ir mirando al suelo y ver lo que en él se sostiene. 

Mi primera reacción, en ambos casos, fue de un fuerte enfado, cabreo, conmigo mismo. Mi segunda reacción, por primera vez en muchísimo tiempo, fue pensar que no corre peligro la vida de mi familia, ni la mía y que todo lo puedo solucionar aunque me genere alguna molestia.

Hace algún tiempo hubiera permanecido enfadado con el mundo; a lo mejor la hubiese tomado con los que menos culpa tienen (cuando el único culpable del caso soy yo). Ahora, hoy, he decidido respirar y pensar que todo ocurre por tener la cabeza en mil tareas y que mañana será otro día ya que, gracias al Eterno, todo tiene solución.

A veces es muy difícil sonreir sin ganas pero es que la mayoría de las veces, esas cosas o temas que nos enfadan o molestan, no tienen solución. Si algo no tiene solución, para qué vamos a estar dando vuelta sobre lo mismo. ¿Para enfadarnos más? 

¿Cuánta diferencia de terminar un día bien, sonriendo, a terminarlo cabreado y enfadado?

Feliz noche amigos.

Comentarios

Por si te interesa...

Padre Nuestro en Hebreo

Cinco maneras de organizar un libro de poemas.

Diario de un Estoico II. La posibilidad de lo imposible. Semana 30