12.10.2016... Hispanidad, Fraternidad.

Parece que el otoño madrileño ha decidido llegar de repente, sorprendiéndonos con unas lluvias necesarias aunque empalagosas y frías.

Estos cambios de temperatura nos cambian el paso; el cielo se entristece y parece que la mente se nos nubla y apelmaza. Diría que me cuesta pensar.

Y así, casi bajo la lluvia, con ese sol escondido, hemos celebrado el Día de la Hispanidad, el día del sentimiento de ser patria, del orgullo de ser español.



El día 12 de octubre de 1492 la expedición capitaneada por Cristóbal Colón llegaba a la isla Guananí, en el archipiélago de las Bahamas. Sin que ellos los supieran, estaban estableciendo el primer contacto entre los continentes europeo y americano. La idea de hacer coincidir la Fiesta Nacional de España con esta fecha fue del escritor Ramiro de Maetzu, que en un artículo llamado "La Hispanidad", afirmaba: "El 12 de octubre, mal titulado el Día de la Raza, deberá ser en lo sucesivo el Día de la Hispanidad". 

La primera vez que se celebró el Día de la Hispanidad fue en 1935, aunque legalmente la fiesta no fue regulada hasta 1958, momento en el que el país se encontraba bajo la dictadura militar de Franco. Actualmente, la celebración viene contemplada por la ley 18/1987, que omite el término "Día de la Hispanidad", y solo se refiere a "Fiesta Nacional"

Según expresa el Boletín Oficial del Estado, "la fecha elegida, el 12 de octubre, simboliza la efeméride histórica en la que España, a punto de concluir un proceso de construcción del Estado a partir de nuestra pluralidad cultural y política, y la integración de los Reinos de España en una misma monarquía, inicia un período de proyección lingüística y cultural más allá de los límites europeos".

Es curioso como, en este país nuestro, al que muchos reniegan, otros muchos que vienen de fuera sienten con inmensa gratitud esta tierra nuestra como suya, esta España nuestra como suya: porque lo es.

Posiblemente no haya un solo país en el mundo al que muchos de sus ciudadanos nacidos, renieguen su bandera, de su patria, del orgullo de ser.

Siempre me he creído un ciudadano universal, pero siempre he llevado con orgullo el ser español, el ser de España, el mostrar mi bandera como símbolo de la unidad y valores que nos unen a todos los que habitamos por aquí.

Hoy leía, en un blog que sigo habitualmente, lo siguiente:

"Hoy Día especial... tanto en la historia de España como en mi historia personal. El día como hoy, hace cuatro años, el avión Kiev–Madrid me llevó a las tierras ibéricas para comenzar mi experiencia que el destino quiso convertir en un viaje iniciático. Curiosamente, el día de hoy también coincide con una fecha aún más importante y mística... con unos veinte años desde el momento cuando mi vida dió un giro inesperado para una niña ucraniana de trece años, un giro que me hizo coger el camino que finalmente me llevó aquí donde estoy. (...)
Hoy celebro en mi corazón mi propio Día de Hispanidad. Hoy celebro esos 20 años de mi relación con España y esos 4 años de mi nueva vida con el sabor a jamón. Ya es una relación duradera, y, aunque me enfado muchas veces con España como nos enfadamos con las personas muy queridas, y a pesar de esos momentos y rachas cuando me siento a punto de rendirme, sé que aquí estoy y aquí estaré... (...)" (Continuar leyendo AQUÍ)

Un hermoso ejemplo, un poético texto, lleno de sentimiento, escrito por una de esas personas que, pese a las trabas burocráticas existentes, viven, aman, aportan y sienten nuestro país mucho más que algunos otros nacidos aquí.

España es un país abierto, libre, solidario, acogedor; pero los españoles somos seres prejuiciosos, desconfiados, a veces agarrados a planteamientos absurdos e incluso ofensivos.

Etiquetamos a los demás por el lugar de procedencia. Nos dejamos llevar por ese defecto tan nuestro que es el prejuicio, sin dar la oportunidad de escuchar, sentir o, simplemente, ponernos en el lugar del otro. Ni todo es blanco ni todo es negro. Ni todos nosotros somos buenos ni todos malos. Simplemente somos seres humanos nacidos en un lugar u otro del mundo y, el mero hecho de hacerlo, nos marca nuestras vidas.

Estos días he aprendido una gran lección. Pensaba yo, listo de mi, que ya a mi edad nadie tendría que ponerme la cara colorada por hacer eso que tanto critico a los demás: prejuzgar. Así ha sido. He aprendido.

Ni todos los musulmanes que nos rodean son terroristas, ni todos los españoles que habitamos este hermoso y bello país somos ejemplo de virtud y coraje.

Todos tenemos un corazón que no se muestra más que a aquél que quiere tocarlo. Es en ese momento, en el que tocas a la persona y descubres que más allá de raza, religión, sexo o procedencia, somos todos iguales, con nuestras virtudes y defectos.

Solemos prejuzgar, pero no queremos que nadie nos prejuzgue.

Libertad, Igualdad y Fraternidad.

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