13.04.2017... Notas desde aquí...

Intentar no dejar de agradecer, llenarte de esa luz rojiza que absorbe cada mirada cuando el sol se pone en cualquier punto por el que le mires. En Minaya descubres que es ese espacio como el que puedes encontrar en un desierto, ese pequeño charco de agua rodeado de arena, podemos mojar nuestros labios por cualquiera de sus lados, es indiferente, nos quitará la sed.

Me cuesta dibujar, casi escribir, un sentimiento. Me cuesta transmitirlo y por eso, a veces, trato de convertirlo en verso. Solo los versos aligeran de emociones mis pensamientos.

Ahora, en la paz de esta noche en la que el cielo me ofrece infinidad de estrellas, me quedo con una, esa que allá en ese infinito me brilla chispeando una sonrisa que solo yo reconozco en ese firmamento.

Cómo somos los que somos. Qué poco somos aquellos que de vez en cuando dejamos de ser.

No sé si Minaya, este Minaya, además de pueblo es solo serenidad o, simplemente, la serenidad es de lo que me lleno cuando estoy aquí. Minaya es paz y sosiego. Es quietud y silencio. No es un pueblo diferente. Minaya es como otros muchos pueblos españoles que van perdiendo su gente porque los mayores van dejando la tierra camino del más allá y los jóvenes buscan en el más acá El Progreso que las administraciones han ido arrancando a los lugares como este.

Todo estaba predeterminado desde el principio. Todo sigue una estrategia desde comienzos del siglo pasado: arrancar a las gentes del campo, de lo rural, y amontonarlas en esas ciudades sin alma.

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