23.05.2017... seguimos en camino.

No sé por qué, esta mañana de camino al tren, más allá de taponarne los oídos con los cascos del iPhone y escuchar noticias o música, me apetecía escuchar la calle, embriagarme de los sonidos de la vida que despiertan el día. 

Los problemas que tenemos son diferentes dependiendo de cómo los miramos. 

Si nos ponemos a escuchar, pero taponamos nuestros oídos, es una manera de distorsionar los sonidos que nos entran y repercuten en nuestro cerebro. Pasa lo mismo que cuando miramos, todo nos llega distorsionado.

Cuando uno cumple años, se llena de una especie de satisfacción por haber conseguido, como si de un reto se tratara, vivir trescientos sesenta y cinco días más. Para unos el llegar a la fecha es sobrevivir, para otros, entre los que me encuentro, el llegar es haber tenido el privilegio y oportunidad de vivir durante ese periodo que es un año, una etapa más en la vida, llena de momentos extraordinarios, poéticos y, por qué no, alguno de esos que es mejor olvidar pero que siempre sirven de experiencia.

Las vidas a veces son caóticas y te das cuenta que es así cómo pierden el sentido, por eso el camino te va dando la oportunidad de ir aclarándonos poco a poco, limpiándonos de porquerías varias y llenándonos de aquello que nos provoca esa sensación indomable de felicidad.

Esta mañana, en el ruido de las calles, reflexionaba sobre la responsabilidad que tenemos en el caos que puede existir a nuestro alrededor. Para producir una revolución en el exterior primero debemos producir una revolución radical en nosotros.



Aceptamos los caminos fáciles. Cuando tenemos que elegir, siempre, casi inconscientemente, vamos hacia lo más fácil. Creemos que eso es lo seguro. Creo que es un error. La única manera de aprender es tropezando y caminando por caminos difíciles de transitar. Sin perder de vista nuestro destino, meta u objetivo, pero siendo capaces de investigarnos, de llegar a la verdad libremente, de no dejarnos llevar por lo fácil y aprender de la dificultad.

Estar despiertos. Para despertar es necesario aprender, y para aprender hay que equivocarse y no caminar por el camino más fácil.

Nos hemos acostumbrado a seguir las pautas que nos vienen marcadas, los caminos, las creencias, las ideas que otros nos marcan... En lo fácil, lo cómodo. Pero así no somos libres, es imposible ser si no sigues tu propio camino.

Tal vez dediquemos nuestras vidas a ser lo que no somos y eso es un robusto error. Pongo yo el ejemplo, que sin quererlo ni premeditarlo, he pasado y paso por diversas facetas sin que me permitan tiempo a dedicarme a lo que verdaderamente me gusta. Cierto es decir que, con acierto, lo que me gusta no he podido nunca hacerlo bien aunque, y no intento justificarlo, lo que no me gusta también lo hago mal. 

Recorro el camino, ahora que comienzo a ese medio siglo a paso lento, acumulando y acumulando, cuadernos, libros, tiempos, estilográficas sin tinta, canciones, zapatillas poco gastadas y camisas raídas en sufridas oficinas. 

Mientras, voy buscando las noches sediento de paz. Escupiendo algunos versos que van perdiéndose entre sueños. 

Qué confusión. Qué error creerse lo que uno no es ni será. 

A veces, cuando me asomo a mi ventana, veo la vida que pasa como si viajara en ese vagón del AVE camino de Barcelona o Sevilla. Todo es verde, pero la velocidad lo convierte en un paisaje borrado en el instante. Todo es un momento tal vez inadvertido, pero lo es. Todo ha sido un momento, como lo es el de ahora, que escribo esto y tú, con esa sonrisa de mariposa angelical, también lo lees dejando que pase el momento, rápido, inadvertido en este cuaderno que vuelve a llenar de tinta sus páginas.

Y así, desde aquí, con estas reflexiones raras pero típicas en mi, despido el día.

Comentarios

Por si te interesa...

Padre Nuestro en Hebreo

Cinco maneras de organizar un libro de poemas.

Diario de un Estoico II. La posibilidad de lo imposible. Semana 30

Diario de un Estoico II. La posibilidad de lo imposible. Semana 29