22.07.2017 Semblanzas de Verano I: De Barcelona a Minaya!
Ayer noche llegaba de Barcelona
a Getafe y esta noche, exactamente ahora mismo, veo cómo se pone el sol
mientras escribo estas líneas desde mi porche en Minaya.
No sé si es un merecido
descanso, no soy yo quién para decirlo, de seguro otros lo merecen más y
posiblemente no puedan hacerlo, lo que sí sé es que se había convertido en una
necesidad no solo física sino mental y espiritual.
Comienzo así unos días que
pasarán por este mi rincón universal, que es mi pueblo, simplemente Minaya.
Al medio día, al abrir la puerta
para entrar en el patio de la casa, he podido comprobar la mirada de cada uno
de los tordos y gorriones que campaban a sus anchas entre la higuera, el
almendro, la parra y las tomateras. Felices en su paraíso, hasta que he
aparecido con el rugir antinatural del coche.
Es como si un extraño invadiera
un espacio suyo, propio, único, tranquilo entre cuatro muros y esos tejados que resguardan algo de los soles manchegos de estas fechas.
Su mal humor, sin duda, puede verse
correspondido con mi felicidad y alegría al verlos volar; al sentir la satisfacción
de poder escuchar sus trinos quejándose, sus vuelos furtivos entre las columnas
y las ramas; ese despertar que encontraré por unos días.
Podría no escribir este momento
en el que llego aquí. Hasta en los primeros instantes me extraño, porque me
parece mentira, pero estos días de transición, de desconexión vital, en mi
tierra, en mi campo, con estos sonidos, este cielo y sus estrellas, me supone
volver a reiniciarme.
Es esencial parar para seguir.
Quiero recuperar mis ritmos
físicos. No me siento en plena forma y me he dejado ir demasiado. Poco a poco
trataré de ir recuperando mi estado habitual. Esta tarde me han salido cerca de 10 km
tranquilos en ese bello camino a la Estación, con el silo en el horizonte, en
un atardecer sin fin.
Tengo necesidad de envolverme en
lecturas que no tengan que ver con informes, balances, cuentas, ejecución de
presupuestos y demás libros de empresas y derecho.
Sentir mi espiritualidad,
reflexionar y meditar a la vez que sigo creciendo en mi equilibrio emocional y
vital.
Y, por supuesto, no olvidar la
poesía y sentir siempre esas mariposas que sonríen sin cesar cuando acaricias
sus alas.
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Ayer sentía ese Barcelona,
hoy siento este Minaya que como desde siempre, me arropa.
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